Y éste es un encarguito que nos han hecho.
Recuerdo que a una de nuestras abuelas le encantaba llevar su inicial a la vista.
Seguro que habríamos tenido que hacer para ella una A. Y lo hubiésemos hecho encantadas.
28 feb 2011
24 feb 2011
El caminito de los elefantes
Estos elefantitos siguen su senda a través de unas toallas infantiles.
Los elefantes están bordados a mano en una franja de tela de saco, y aplicados sobre toallas de rizo de algodón, con una cinta de zig-zag por arriba y una tirita de madroños por abajo
Como el bordado tiene una gama de colores muy amplia, puede combinar con cualquier tono de toalla. Y si no, pues nos adaptamos.
El trabajo artesanal es de Hermana Mayor, pero la delicadeza de las fotos es -como siempre- obra de Hermana Menor.
Esperamos que os gusten
Los elefantes están bordados a mano en una franja de tela de saco, y aplicados sobre toallas de rizo de algodón, con una cinta de zig-zag por arriba y una tirita de madroños por abajo
Como el bordado tiene una gama de colores muy amplia, puede combinar con cualquier tono de toalla. Y si no, pues nos adaptamos.
El trabajo artesanal es de Hermana Mayor, pero la delicadeza de las fotos es -como siempre- obra de Hermana Menor.
Esperamos que os gusten
22 feb 2011
La ropa en el tendedero
Aquí os dejamos un nuevo modelo para un broche.
La verdad es que Hermana Mayor, que desde luego no es una artista, se moría de envidia cochina viendo las maravillas que salían de la caja de acuarelas de Hermana Menor. Así que ella, ni corta ni perezosa, le robó los lápices y rotus a la chiquillería de su casa para hacer su primer dibujo para La Aguja Piruja.
El procedimiento, el habitual: un dibujo original escaneado y reproducido, montado sobre base de metal con cristalito de aumento.
Ciertamente, Velázquez no es, pero... ¿no queda mono?
La verdad es que Hermana Mayor, que desde luego no es una artista, se moría de envidia cochina viendo las maravillas que salían de la caja de acuarelas de Hermana Menor. Así que ella, ni corta ni perezosa, le robó los lápices y rotus a la chiquillería de su casa para hacer su primer dibujo para La Aguja Piruja.
El procedimiento, el habitual: un dibujo original escaneado y reproducido, montado sobre base de metal con cristalito de aumento.
Ciertamente, Velázquez no es, pero... ¿no queda mono?
19 feb 2011
Cuentas y perlas
No hay nada como la sencillez.
Unas simples cuentas de cristal intercaladas con perlas de río.
Verdaderamente sobria.
Unas simples cuentas de cristal intercaladas con perlas de río.
Verdaderamente sobria.
16 feb 2011
Un pajarito en el cielo
Hay un trocito de cielo para este pájaro dorado que vuela en solitario...
Un colgante sobrio y largo de metal y cristal.
Para pasarte las horas mirando a través de él.
Un colgante sobrio y largo de metal y cristal.
Para pasarte las horas mirando a través de él.
11 feb 2011
Recopilatorio de zapatitos en camafeo
Aquí tenéis un montón de variantes sobre uno de nuestros diseños más clásicos. Hemos preparado variantes en distintos materiales, tamaños y colores para adaptarnos a cualquier gusto. Hacemos un pequeño recopilatorio para cerrar etapa, y empezar a subir pronto los nuevos proyectos en los que estamos trabajando.
Estos dos primeros son broches pequeños de resina, con los zapatos en distintos colores.
Los que vienen a continuación son sensiblemente más grandes y están montados sobre metal. Al igual que los otros, están hechos con la reproducción de una acuarela de Hermana Menor, bajo un cristalito convexo que le da mucha amplitud.
Y, por último, ¿por qué no unas pulseritas? Éstas combinan perlas de río y cuentas de cristal y llevan los zapatitos como pequeño colgante.
Estos dos primeros son broches pequeños de resina, con los zapatos en distintos colores.
Los que vienen a continuación son sensiblemente más grandes y están montados sobre metal. Al igual que los otros, están hechos con la reproducción de una acuarela de Hermana Menor, bajo un cristalito convexo que le da mucha amplitud.
Y, por último, ¿por qué no unas pulseritas? Éstas combinan perlas de río y cuentas de cristal y llevan los zapatitos como pequeño colgante.
6 feb 2011
Abre el manto y vete a misa
Mariquita, Mariquita, abre el manto y vete a misa...
Mirad quién se ha decidido a salir en estos días brillantes de sol.
Y es que, con este preludio de la primavera, muchos son los bichitos que salen a calentarse.
Cuando éramos niñas solíamos cantar esta estrofilla a las mariquitas. Y nosotras convencidas de que, cuando salían por fin volando, era porque nos hacían caso.
Me encantan las cosquillitas que hacen las patitas en las manos.
Estoy deseando que llegue la primavera para dejarlas pasear por mis palmas.
Mirad quién se ha decidido a salir en estos días brillantes de sol.
Y es que, con este preludio de la primavera, muchos son los bichitos que salen a calentarse.
Cuando éramos niñas solíamos cantar esta estrofilla a las mariquitas. Y nosotras convencidas de que, cuando salían por fin volando, era porque nos hacían caso.
Me encantan las cosquillitas que hacen las patitas en las manos.
Estoy deseando que llegue la primavera para dejarlas pasear por mis palmas.
1 feb 2011
Ciegos, necios o mala gente
Habla Hermana Mayor.
No sé si es sólo una impresión mía, pero me da que últimamente empiezo a ver a personas muy mayores haciendo trabajos que hasta ahora solían estar destinados a trabajadores jóvenes, estudiantes incluso, que acostumbraban a intercalarlos entre sesión y sesión de biblioteca y horas de clase. La cosa resulta chocante, aunque no queda otra que acostumbrarse, vista la edad a la que vamos a tener que jubilarnos los babyboomers para que nuestra querida clase política (de todas las ideologías) pueda seguir chupando del bote a gusto en este país. Decía que empiezo a ver a personas mayores, por ejemplo, repartiendo publicidad, con holgadas y juveniles sudaderas de buzoneador en colores chillones, ofreciendo un extraño contraste con sus nobles y canas cabezas de patricios. También he visto vetustos canguros de perros, arrastrados por cuadrillas caninas, y cercanos ya a la edad de la jubilación, si no ya bien pasada. A servidora, llenita de prejuicios, no deja de llamarle la atención esta revolución laboral, en la que honorables ancianos hacen el trabajo de los jóvenes, y jóvenes desastrados arrastran su desempleo por las listas del paro, en plan así -digámoslo a lo punqui- no future.
Trasteaba yo hoy con mi bici por donde no debía: unos 20 metros de acerita (bastante poco transitada, diré en mi descargo) que me permiten ahorrarme medio kilometrillo de carril bici mal planteado. Circulaba yo parapetada en mi mala conciencia, con toda la discreción del mundo para no importunar al prójimo y sus derechos, cuando descubrí, unos metros por delante de mí, a una pareja de carteros “categoría sénior” de una empresa de paquetería privada. Tenían por detrás la camaradería de los viejos amigos, y una complicidad que ponía en evidencia los sinsabores que les estaba tocando compartir. No me resultó difícil montarme en mi cabeza la historia de sus desventuras. A pocos años de la jubilación, meses a veces, la empresa quiebra, o cierra, o simplemente decide deshacerse del personal más antiguo, y se ven en la calle abuelos recién estrenados que han sobrepasado holgadamente la sesentena, que no cuentan con ningún subsidio, y que tienen por delante una turbia bolsa de niebla que los separa de la jubilación; gente acostumbrada a su trabajo o su profesión pero que se encuentran en tierra de nadie: demasiado jóvenes para jubilarse, demasiado mayores para encontrar trabajo. Perra vida y perra crisis. Y gracias a Dios que tenemos algo.
Alcancé a la pareja y ellos debieron de oírme porque uno de los dos se giró para asegurarse de mi presencia, y tiró suavemente de la manga del otro para abrirme paso. Cuando pasé por su lado les di las gracias, a lo que ellos respondieron con una sonrisa. Les di las gracias, digo, pero me hubiera gustado bajarme de la bici para darles también un abrazo, para pedirles disculpas como miembro de esta sociedad descolocada por haberlos desplazado de sus trabajos, para solidarizarme con ellos por las malas noches pasadas en los desvelos de la incertidumbre hasta encontrar este trabajo agotador y mal pagado, para ofrecer un apoyo simbólico ante tanto desconcierto, ante esta sociedad desordenada y esta economía de manicomio. Y después, cuando ya se calló la musiquilla de violines, me di de bruces con la toda una batería desafinada de preguntas rabiosas rebotando por dentro de mi casco: ¿qué pensará amparada detrás de las ventanas tintadas de sus coches tanta chusma de políticos, y ex políticos de todas las categorías y colores?, ¿Hacia dónde mirará, para no tener que ver la realidad, toda la cabalgata de vampiros banqueros codiciosos?, ¿dedicaran al producto de tanto desatino suyo al menos un segundo de sus conciencias?, ¿en algún momento sus acorazadas tripas se rebelarán conmovidas por la sombra de un sentimiento? …
O, por decir lo mismo de otra forma, y dedicar un pensamiento a quienes parten el bacalao por estos lares: ¿son éstos ciegos, necios o mala gente?
No sé si es sólo una impresión mía, pero me da que últimamente empiezo a ver a personas muy mayores haciendo trabajos que hasta ahora solían estar destinados a trabajadores jóvenes, estudiantes incluso, que acostumbraban a intercalarlos entre sesión y sesión de biblioteca y horas de clase. La cosa resulta chocante, aunque no queda otra que acostumbrarse, vista la edad a la que vamos a tener que jubilarnos los babyboomers para que nuestra querida clase política (de todas las ideologías) pueda seguir chupando del bote a gusto en este país. Decía que empiezo a ver a personas mayores, por ejemplo, repartiendo publicidad, con holgadas y juveniles sudaderas de buzoneador en colores chillones, ofreciendo un extraño contraste con sus nobles y canas cabezas de patricios. También he visto vetustos canguros de perros, arrastrados por cuadrillas caninas, y cercanos ya a la edad de la jubilación, si no ya bien pasada. A servidora, llenita de prejuicios, no deja de llamarle la atención esta revolución laboral, en la que honorables ancianos hacen el trabajo de los jóvenes, y jóvenes desastrados arrastran su desempleo por las listas del paro, en plan así -digámoslo a lo punqui- no future.
Trasteaba yo hoy con mi bici por donde no debía: unos 20 metros de acerita (bastante poco transitada, diré en mi descargo) que me permiten ahorrarme medio kilometrillo de carril bici mal planteado. Circulaba yo parapetada en mi mala conciencia, con toda la discreción del mundo para no importunar al prójimo y sus derechos, cuando descubrí, unos metros por delante de mí, a una pareja de carteros “categoría sénior” de una empresa de paquetería privada. Tenían por detrás la camaradería de los viejos amigos, y una complicidad que ponía en evidencia los sinsabores que les estaba tocando compartir. No me resultó difícil montarme en mi cabeza la historia de sus desventuras. A pocos años de la jubilación, meses a veces, la empresa quiebra, o cierra, o simplemente decide deshacerse del personal más antiguo, y se ven en la calle abuelos recién estrenados que han sobrepasado holgadamente la sesentena, que no cuentan con ningún subsidio, y que tienen por delante una turbia bolsa de niebla que los separa de la jubilación; gente acostumbrada a su trabajo o su profesión pero que se encuentran en tierra de nadie: demasiado jóvenes para jubilarse, demasiado mayores para encontrar trabajo. Perra vida y perra crisis. Y gracias a Dios que tenemos algo.
Alcancé a la pareja y ellos debieron de oírme porque uno de los dos se giró para asegurarse de mi presencia, y tiró suavemente de la manga del otro para abrirme paso. Cuando pasé por su lado les di las gracias, a lo que ellos respondieron con una sonrisa. Les di las gracias, digo, pero me hubiera gustado bajarme de la bici para darles también un abrazo, para pedirles disculpas como miembro de esta sociedad descolocada por haberlos desplazado de sus trabajos, para solidarizarme con ellos por las malas noches pasadas en los desvelos de la incertidumbre hasta encontrar este trabajo agotador y mal pagado, para ofrecer un apoyo simbólico ante tanto desconcierto, ante esta sociedad desordenada y esta economía de manicomio. Y después, cuando ya se calló la musiquilla de violines, me di de bruces con la toda una batería desafinada de preguntas rabiosas rebotando por dentro de mi casco: ¿qué pensará amparada detrás de las ventanas tintadas de sus coches tanta chusma de políticos, y ex políticos de todas las categorías y colores?, ¿Hacia dónde mirará, para no tener que ver la realidad, toda la cabalgata de vampiros banqueros codiciosos?, ¿dedicaran al producto de tanto desatino suyo al menos un segundo de sus conciencias?, ¿en algún momento sus acorazadas tripas se rebelarán conmovidas por la sombra de un sentimiento? …
O, por decir lo mismo de otra forma, y dedicar un pensamiento a quienes parten el bacalao por estos lares: ¿son éstos ciegos, necios o mala gente?
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