15 abr 2012

14 de abril

Habla Hermana Mayor.
Me duele a rabiar el brazo izquierdo. Al principio pensé que me estaba dando un infarto, pero visto el tiempo que pasaba y que lo del infarto no acababa de cuajar, pues me imaginé que no, que la causa era otra. Después, tras un profundo examen de conciencia, memoria y fisiología, me he dado cuenta de que la cosa nada tenía que ver con el corazón… o sí. Y es que llevo varios días sujetándome la mano derecha con todas mis fuerzas, para que no se me escape y se ponga a trastear y escribir una carta que hace tiempo me viene rondando la cabeza: la de los Reyes, pero no la de los Magos, sino más bien otra, la de SSMM los de España, los que se han pasado al lado oscuro y le están poniendo velas a Santa República. Por eso la carta, para darles las gracias y la bienvenida por su adhesión a la Causa.

Y es que no se puede negar que, de un tiempo a esta parte a la Casa Real de este bendito país la ha mirado un tuerto. Y además, malamente. Y eso que nos enteramos, seguro, de cuarto y mitad de lo que se cuece en Palacio, pero aún así. Desde el escándalo choricero del atlético esposo de Dueña (sic) Cristina parece que la cosa no levanta cabeza. Quizá porque La Familia está más que nunca en el punto de mira de la opinión pública, que se está dando cuenta despacio, como despertando de un letargo misterioso, de que una vez superada la era vikinga de los nobles y reyes blandiendo sus espadas para defender la tierra, poco sentido tiene mantener a esta chusma playera a la cabeza de estados que intentan blandir otras nuevas espadas en pro de la modernidad. Y encima, con trampas. Y de las gordas.

Una vez leí que cuando este país recicló, con porte y talante ecológico como ninguno, una monarquía vintage y en desuso, y se trajo a Juáncar de Borbón a jugar a los cuentos de hadas a la Zarzuela, algunas de las viejas glorias de la República dieron al nieto de Alfonso XIII el sobrenombre de “el Breve”. Y cómo se equivocaron, que el Breve tenía ese instinto de supervivencia real que tienen ellos, y se aferró al trono y al cetro como una lapa de alcurnia. Y además le cayó bien a la gente, que andaba loquita en ese momento por evitar que la Historia siguiera acumulando sangre, y lo aceptamos como la más salomónica de las soluciones en un momento tan delicado como los huesos de nuestro Rey. Después la historia se convirtió en leyenda y, como dicen, la leyenda en mito, y se fue forjando en torno a esta regia figura toda una cosmogonía del buen hacer. De porte simpático y campechano, siempre han dicho, un tío sano y de andar por casa… en fin. Y luego el 23-F, y esa moto que nos vendieron de que había salvado al mundo como los Men in Black. Que caía bien, vamos, y además era barato si lo comparábamos con otras casas reales y mirábamos para otro lado mientras se manipulaban los datos.

Pero parece que a esta monarquía de Doctor Jekyll se nos está convirtiendo en un míster Hyde al que le da por robar con un desparpajo insultante y una garantía de impunidad como para pedir prestada la guillotina, o por poner armas en las manos de los niños (sabiendo cómo se les da, precisamente a los Borbones, la puntería), o por irse a cazar elefantes en catimini -por lo bajinis, que se dice aquí- con la que está cayendo en esta tierra. Y eso es sólo la punta del iceberg. Que si nos hemos enterado hoy de que nuestro monarca se había escapado en secreto, y sin decir ni pio, faltando a su obligación de Jefe de Estado, hace un puñado de días, para colaborar en Botsuana (y siguiendo el ejemplo anti pieles de su eco-esposa) con una ONG que mantiene el ecosistema de la zona cazando elefantes, ha sido porque se nos ha roto, por variar un poquito, en varias reales partes. Porque, ¿de cuántas aventuras habrá salido y saldrá ilesa nuestra Real Familia sin que de ello se haga eco la prensa y trascienda a la opinión pública? Miedo me da pensarlo. En esta España en la que el paro está a punto de entrar en el libro Guiness, en la que los jóvenes tienen su futuro en el campo gravitatorio de un agujero negro, en la que los comedores sociales no dan abasto, en la que familias enteras son arrojadas a la calle comidas por las deudas, y abuelos con mínimas pensiones convierten sus casas en refugios improvisados para su clan, en la que la sanidad pública y la educación se ven a diario recortadas y regateadas, en la que defender un puesto de trabajo es cada día más difícil, en la que la Universidad se ha convertido en una fábrica de parados, y de la que los jóvenes talentosos tienen que huir acosados por la precariedad y la miseria.

Yo no sé si me pasa sólo a mí, pero es que cada vez me acuerdo más de María Antonieta, cuando, atormentada por el hambre del pueblo francés, propuso que a falta de pan, bien estaban las tortas. Y ya saben ustedes lo que le deparó la Historia.
Y una cosa más. Valga este post como homenaje al día de ayer. Feliz 14 de abril.

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