Habla Hermana Mayor.
Haciendo la compra semanal de Mercadona, pasé por delante del “stand” de los melones. O mejor dicho, de los medios melones, porque visto el éxito de la idea, debe de ser mucho más lucrativo venderlos así, cortaditos por la mitad. Desde luego, conmigo funciona: antes no solía comprar melones con frecuencia porque siempre una parte de ellos terminaba en el cubo de la basura (y yo apenas podía soportar los remordimientos), pero ahora cae alguno de vez en cuando. La cosa es que, con mi medio melón en el carro, y aprovechando que raramente iba sin niños, me puse a reflexionar-fantasear sobre la idea de a dónde iría a parar la otra mitad de mi melón. Me lo imaginé, por poner un ejemplo, en casa de unos dulces abuelitos, ocupados en racionarlo por miedo al azúcar. Quizá fuera a parar a una casa tipo la mía, compartiendo nevera con alimentos bien pensados para ayudar a crecer a unos niños amados por su familia. O tal vez se encontraría en el domicilio de algún purista de la alimentación, que se encargaría de consumirlo en el momento idóneo y en la combinación perfecta, después de una breve estancia en un frigorífico último modelo y color acero. Imaginé cómo iría a la mesa de algún hogar normalito -mantel de cuadros, cubiertos de mango de pasta- a los postres de una animada reunión familiar, tal vez acompañada por el tedioso soniquete del telediario…
Al final, y sin apenas darme cuenta, después de una escalonada sucesión de mesas, el melón fue poco a poco subiendo de categoría. De repente, vi que no podía soportar que el otro melón, la mitad afortunada, gozase en otro hogar de privilegios que no existían en el mío, y los celos terminaron corroyéndome por dentro. Tenía dos tajadas ya servidas en unos monísimos cuenquitos de plástico de Ikea que utilizan mis hijos para dejar caer al suelo y comer cuando se tercia, cuando la soberbia se adueñó de mí, y, sin controlarme, vacié los cuencos en otros de delicada porcelana alemana, cambié los cubiertos de siempre, los de acero inoxidable, por los de plata de la herencia, y vestí a mis hijos con sus mejores galas para sentarlos a la mesa: manteles de Holanda con bordados de palacio. Mientras yo, con los dedos cargados de brillantes, hacía tintinear una campanita de cristal para que apareciera Bautista, bien acicalado y en compañía de una bandejita de plata, para poner los dos servicios delante de mis tiernos infantes. Y así andaba yo como una zombi por Mercadona, que ya había empeñado todo lo que tenía para pagarme los lujos y no decepcionar al melón, cuando me di cuenta de hasta dónde había llegado. Porque sí, oyes, para no ser menos que el prójimo, por pelusa del vecino, porque mi melón no tuviera nada que envidiar a los otros melones del mundo.
Y es que así somos nosotros. Es muy español esto de vivir por encima de las posibilidades para alardear delante de cualquiera (vale incluso un melón), y para que no salgamos perdiendo al compararnos con el de al lado. Cuántas familias hay corriendo derechitas a vender el anillo de la abuela, no por necesidad, sino para que no se note que estamos pasando por esto de la crisis. Yo conozco algunas.
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Me dejas alucinada, te lo digo en serio. Porqué no presentas lo que escribes a algún sitio?
ResponderEliminarEntre las manualidades, y lo que escribes, os haríais de oro, fijo.
Habla Hermana Mayor.
ResponderEliminarEs que lo que escribo sólo os gusta a ti y a mi marido (porque si no, no cena). No serviría para publicar porque me horroriza la idea de perder el anonimato; además, no siempre estoy contenta con el resultado. Pero me encanta esto del blog. Miles de gracias; me hace muchísima ilusión cuando aparece un comentario, y si es tuyo, pues siempre es una alegría para el ego. Además de las manualidades, toda la vida me ha gustado darle a la lengua y al lápiz, y ésta es una nueva manera de comunicar que me tiene fascinada. Y, gracias a ella, nos hemos conocido. Muchos besos
Hermana Mayor, que no. Que no solo les gusta a ellos, a mi tb me gusta, aunque no siempre lo comente.
ResponderEliminarSiempre es una alegría abrir el blog y disfrutar con uno de tus relatos.
Un beso.
Yo estoy de acuerdo, lo que he leído (prometo que este finde le daré un repaso arriba y abajo a todo) me ha gustado mucho y puedes creerme porque si ceno.
ResponderEliminarUn beso.
Pues aquí otra que no se pierde ni uno de tus relatos, me encanta leerte aunque no siempre (por falta de tiempo más que de ganas) te dejo mi comentário, y yo también soy sincera porque tampoco pierdo la cena ;) Estoy con Raquel, sería estupendo leerte en una columna del País, pero mientras nos conformamos con leerte en este rinconcito maravilloso que habéis creado. Sigue escribiendo!
ResponderEliminarHabla Hermana Mayor. ¡Ea, ya está, ya me ha dado taquicardia! Esta noche no duermo, menos mal que hoy es viernes...
ResponderEliminarUna vez leí una entrevista a un escritor que acababa de publicar su primera novela. Había sido un exitazo con el que él no había ni soñado. El caso es que el tío decía que, a partir de ese momento, no era capaz de escribir ni una justificación de ausencia al cole de sus hijos sin pensar y pesar cada palabra, por las espectativas que se habían creado sobre él. Me encantó, claro, y me pareció divertidísimo. Ahora tengo que escribir la lista de la compra, y después de vuestros comentarios no sé cómo enfrentarme a ella. Creo que la voy a hacer en verso, porque me aterra no estar a la altura. A todas miles de gracias, y, por supuesto, siempre habrá en mi casa un plato caliente esperándoos para cenar cuando queráis. Cocino mucho mejor que escribo. Besos
Verás, yo los melones los compro enteros, con lo cual ya tengo el complejo de zampones en mi familia. Lo malo de esto además es que es abrirlo y desaparecer. ¡Seremos bestias!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola ! Estoy muy de acuerdo contigo. Se me ha venido a la " mens " conversaciones oidas en bodas y eventos similares en los que las damas alardean del precio de su vestidos y complementos varios ( lo que importa es que sean caros, da igual si son horribles ) y los caballeros del último modelo de tele de plasma adquirido, por poner un
ResponderEliminar" exemplum ", mientras por otra parte se andan quejando de que con la crisis no llegan a fin de mes .... " videre ut credere "
En cuanto a la historia del melón,
¡ Me encanta ! Me recuerda a una historia que escribí de pequeña sobre un billete de mil pesetas y las aventuras y desventuras que vivia con los distintos dueños por los que pasaba.
Por si te sirve de ayuda, una sugerencia. En mi casa con el medio melón que siempre queda olvidado en el más recóndito rincón de la nevera, mi padre hace un batido rico, rico.
He leido tu comentario en mi blog pero no he podido contestarte porque me dicen que tu perfil no está abierto. Me alegra que te hayas pasado, a ver si cuando pase toda esta tormenta lo resucito.
Pasa buen finde, besitos